Oración de inicio
Acordaos, oh piadosísima
Virgen María!,
que jamás se ha oído decir que
ninguno de los que haya acudido a Vos,
implorado vuestra asistencia y reclamado
vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos.
Animado con esta confianza, a
Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes,
y aunque gimiendo bajo el peso
de mis pecados
me atrevo a comparecer ante
Vuestra Santísima presencia soberana.
No desechéis oh purísima Madre
de Dios mis humildes súplicas,
antes bien, escuchadlas favorablemente.
Así sea.
Día Primero (30 de agosto)
¡Dios te salve!
¡Cuánto se alegra mi alma, amantísima Virgen,
con los dulces recuerdos que en mí despierta esta salutación!
Llénase de júbilo mi corazón al pronunciar el Ave María,
para acompañar el gozo que llenó tu espíritu al escucharla de boca
del Ángel,
congratulándose así de la elección que de ti hizo el Omnipotente
para darnos al Señor.
Día
segundo: (31 de agosto)
¡María, nombre santo!
Dígnate, amabilísima Madre, sellar con tu
nombre el memorial de nuestras súplicas,
dándonos el consuelo de que tu Hijo, Jesús,
las atienda benignamente para alcanzar pleno convencimiento en la práctica de
nuestros deberes religiosos, sólida confirmación en las virtudes cristianas y continuas
ansias de nuestra eterna salvación.
Día
tercero: (1 de septiembre)
Llena de Gracia,
¡Oh dulce Madre! Dios te salve, María,
sagrario riquísimo en que descansó corporalmente la plenitud de la Divinidad: a
tus pies nos presentamos hoy para que la gracia de Dios se difunda
abundantemente en nuestras pobres almas, las purifique, las engrandezca y cada
día aumente más en ellos el verdadero amor a Dios y a nuestros hermanos.
Día
cuarto: (2 de septiembre)
El
Señor es contigo:
¡Oh
Santísima Virgen! Aquel inmenso Señor, que por su esencia está en todas las
cosas,
está
en ti y contigo de un modo muy superior. Madre mía, venga por ti a nosotros.
Pero
¿cómo ha de venir a un corazón lleno de tanta suciedad.
Aquel Señor que para hacerte habitación
suya quiso,
con tal prodigio, que no perdieses, siendo
madre, tu virginidad?
¡Oh muera en nosotros toda impureza!
Día
quinto: (3 de septiembre)
Bendita tú eres entre todas las mujeres.
Tú eres, oh Santísima Virgen María, la
gloria de Jerusalén,
tú eres la alegría de Israel, tú eres el
honor de nuestro pueblo.
Si por una mujer, Eva, tantas lágrimas se
derramó en el mundo,
por ti nos llegó la redención. Por esto, tú
serás siempre bendita.
Alcánzanos una fe viva y operante para
considerar e imitar las grandes obras que en ti y por ti obró Dios.
Día
sexto: (4 de septiembre)
Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Deploramos grandemente, purísima Virgen y
amantísima Madre,
que hayamos cometido tantos pecados,
sabiendo que ellos hicieron morir en tu cruz a tu Hijo.
Sea el fruto de nuestra oración,
que no cesamos de llorarlos hasta poder
bendecir eternamente a Jesús,
fruto bendito de tu vientre virginal.
Día
séptimo: (5 de septiembre)
Santa María, Madre de Dios.
Tu mayor título de grandeza, tu mayor
dignidad,
oh María es haber sido elegida para Madre
de Jesucristo, Hijo de Dios.
De esta elección divina proceden todas tus
gracias y prerrogativas.
No olvides nunca que también fuiste
designada por tu Divino Hijo,
al pie de la cruz, como Madre espiritual
nuestra.
Que nunca nos falten fuerzas para
mostrarnos como dignos hijos tuyos.
Día
octavo: (6 de septiembre)
Ruega por nosotros, pecadores.
En ti Virgen María, como en alcázar nos
refugiamos.
Aunque el vértigo de la vida y los enemigos
del alma nos hayan despojado
o puedan despojarnos de las preciosas
vestiduras de la gracia,
alejándonos de ti y de tu amado Hijo,
nunca nos cierres las puertas de Sagrado
Corazón.
Día
noveno: (7 de septiembre)
Ahora y en la hora de nuestra muerte .
Siempre estamos expuestos a perder la
gracia de Dios y condenarnos.
Haced, Santísima Virgen María,
que por vuestra intercesión nunca perdamos
el favor de Dios;
que en esta difícil lucha por la vida
encontremos en ti la protección maternal
que tanto necesitamos y una Abogada en la
hora de nuestra muerte.
Pídase el favor que se desea conseguir.
Oración Final
Oh, Señora mía, Oh
Madre mía, yo me entrego del todo a ti;
Y en prueba de mi
filial afecto,
te consagro en
este día mis ojos,
mis oídos, mi
lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy tuyo,
Oh Madre de
piedad,
guárdame y
defiéndeme como cosa y posesión tuya.
Amén.