"
El chofer de la Virgen"
por Yarelis Rico Hernandez / fotos: Orlando Marquez
Publicado con el consentimiento de http://www.palabranueva.net/
Si lo presentáramos como José Armando Fernández, pocos sabrían de quién se trata. Su nombre, aunque importa en esta historia, deja de ser relevante ante el apodo ganado después de acompañar a la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre en su peregrinar por Cuba, “desde la misma Punta de Maisí y hasta el mismísimo Cabo de San Antonio, de lado a lado”, como bien afirma este carismático santiaguero conocido como…
Durante los dieciséis meses que anduvo la imagen de la Caridad por Cuba, en un recorrido que acumuló 29 978 kilómetros, Armando le acompañó como su chofer, fue él quien la condujo por bateyes, pueblos, caseríos, ciudades, hospitales, escuelas, hogares maternos o de ancianos, centros penitenciarios, parques... Pero desde el inicio de la Peregrinación, a principios de agosto de 2010, Armando fue más que chofer, se mostró ante todos como celoso guardián de la Madre y Reina de Cuba. “Sí, mi relación con ella es muy especial. Le he cogido tanto afecto que no puedo, no puedo desprenderme de ella. Lo primero que pienso cuando la cargan es que puede caerse. Por eso busco yo mismo la mesa donde la van a colocar, y si ya la tiene, entonces la reviso. Me gusta, disfruto cargar a la Virgen, es como si estuviera más segura conmigo.
”Siempre he sido devoto a la Caridad del Cobre, pero este recorrido me ha removido mis sentimientos hacia ella. Ahora encuentro un Armando distinto, muy diferente; todavía soy impulsivo, pero he logrado controlar más mis impulsos. En ese cambio que he experimentado también ha influido la experiencia del contacto con las personas, especialmente con los curas, muchos de ellos extranjeros, que no conocen muy bien nuestras tradiciones”.
“Los montes me han sorprendido grandemente. La gente en las ciudades es más agresiva, tienen lo que dice monseñor Polcari, ‘fotomanía': tiran y tiran fotos. En el monte no es así, hay menos tiradera de fotos; allí la gente acoge a la Virgen con más devoción, más fuerza, con una fe muy sencilla pero muy pura, no con algarabía ni nada de eso… Y sí vi cámaras fotográficas en sitios intrincados. En un lugar sentí algo así como el ruido de un flashazo, y pensé que estaba relampagueando, pero no, era un joven encima de un caballo tirando fotos con una cámara digital.
”Aunque por lo general siempre hubo disciplina, en las ciudades se formaba cierto desorden cuando llegaba la Virgen, después, cuando empezaba a caminar, todo se calmaba. En Camagüey sí tuve que parar la procesión porque empezaron a tirarle flores y más flores a la Virgen. Me pusieron el carro repleto de flores, al punto que me resultaba difícil conducir. Me incomodé, paré la procesión y le dije a monseñor Juan García: ‘Que no me tiren una flor más'. Imagínate, lanzaban las flores con tallo y todo y la urna no estaba protegida como en este carro que recorrió La Habana. Monseñor habló y logró que las personas se calmaran, aunque no del todo”.
“Confieso que yo no esperaba ver lo que vi, la realidad superó lo que imaginé. El recorrido me dice tantas cosas, me habla de la fe que tienen los cubanos en la Caridad del Cobre, de la necesidad de tener esperanzas en algo o en alguien”.
“En un pueblo de Matanzas no pudimos hacer la procesión el día que estaba fijado, llovía mucho, una clase de aguacero que asustaba. Era un pueblo muy católico. Llegamos y tuvimos que guardar la imagen, ahí durmió. Al otro día, antes de salir, y sin nadie esperárselo, hice la procesión; pero saliendo del pueblo, en el parque, veo a un señor joven en silla de ruedas. Yo cogí el carro y me puse frente a él. Aquel muchacho empezó a llorar y yo me puse a llorar con él. Recuerdo también a una niña, como de dos añitos, en La Yaya, Guantánamo. Ya nos llevábamos a la Virgen y me dijo: ‘Señor, pero ya se la llevan'. Ese rostro se me quedó en el alma.
“Déjame decirte, primero, que por cuidar a la Virgen inventé un montón de estrategias como chofer. Hubo sitios donde sentí miedo manejar, yo creo que hasta pánico. En Baracoa, por ejemplo, hay muchas elevaciones, y te encuentras con precipicios a ambos lados de la carretera. En Cienfuegos tuvimos que encaramar la Virgen en una loma para que la vieran los presos, porque no nos dejaron pasar a la prisión. Pensé subirla encima del carro, pero no alcanzarían a verla bien. Entonces aprovechamos un camión que pasaba por el lugar, hablamos con el chofer y subimos la urna encima del camión.
”En Camagüey también me pasó algo gracioso con el padre Castor, un sacerdote de Florida. Una tarde salí con él y monseñor Juan García para una comunidad. Antes de salir nos dijo algo para orientarnos: ‘Miren, ustedes van a ver un patico encima de una piedra, en medio de un río, por ahí cogemos para el pueblo'. Por supuesto que nos perdimos, nunca apareció el río, tampoco la piedra y mucho menos el dichoso patico. Fuimos hasta lo último de Florida. Llegamos a la comunidad como a las doce de la noche, y estaba prevista la visita para la nueve. Pero nadie se fue, todo el mundo estaba esperando a la Virgen”.
DESDE AQUI AGRADECEMOS A
http://www.palabranueva.net/ SU AMABILIDAD A COMPARTIR CON NOSOTROS ESTE HERMOSO TESTIMONIO Y LAS FOTOS DE ESTE VIAJE IINNOLVIDABLE
LA CARIDAD NOS UNE