domingo, 24 de mayo de 2020

mayo 2020












“LA VIRGEN DE LA CARIDAD”
Por: L. Betancourt
El Cucalambé
JUAN CRISTÓBAL NAPOLES FAJARDO, nacido el año 1829 en la entonces pequeña ciudad cubana de ‘Tunas’, pasó a la posteridad con el sobrenombre de “EL CUCALAMBÉ”.
Comprometido con la causa de la independencia cubana, estuvo relacionado con la conspiración de Joaquín Agüero. Hacia 1860 está vinculado a la llamada Sociedad Patriótica de Puerto Príncipe, en la que participan -entre otros- Ignacio Agramante y Salvador Cisneros. Más tarde se relaciona con los patriotas santiagueros Collazo, Vidal, Borges Navarro, y otros.
Del Cucalambé se dijo que fue -entre los poetas de su tiempo- ‘el que más cerca estuvo del alma del pueblo’. Considerado ‘cantor de los indios e intimista poeta de nuestros guajiros’, cultivó con bella sonoridad y soltura el género de la décima.
Debemos al Cucalambé una de las más logradas sinfonías poéticas sobre la Virgen de la Caridad Cubana: quince décimas que se agrupan en torno a una misma experiencia.
Las cinco primeras décimas cantan la profunda vivencia que marcó al Cucalambé: haber conocido a La Virgen-Madre de Cuba en el contexto de ternura y cariño que le proporcionaba el ‘regazo materno’.
De la sexta a la décima, narra Cucalambé su peregrinación a El Cobre, hecho que tiene más de camino interior que de traslado geográfico: el tunero retorna a su infancia y revive los sueños de su niñez. Así, mientras se aproxima a la elevada loma y pintoresca cumbre cobrera, el andar se entreteje con expresiones de ternura. La Virgen-Madre, cada vez más próxima, es ‘protectora del infeliz desvalido; bondadosa, adorable y bella; nuncio de paz y ventura; dulce esperanza del triste.
Llegado ante La Madre de Cuba, Cucalambé experimenta iguales emociones a las sentidas por miles de romeros a través de los siglos: profunda devoción, veneración y lágrimas de fervor. Tras la vivencia íntima del encuentro -narrado en la décima número once- el poeta salta de lo individual a lo plural. Y en las tres décimas siguientes, el ‘nosotros’ hasta ahora impreciso adquiere el rostro concreto del pueblo cubano:









‘Nunca desvíes los ojos
de nosotros los cubanos’ …

‘No niegues a los cubanos
tu sublime protección’ …


CUANDO yo, inocente niño,
en el regazo materno
era objeto del más tierno
y solícito cariño;
cuando una mano de armiño
me acarició en esa edad,
mi madre con la ansiedad
más grata y más fervorosa
me habló de la milagrosa
Virgen de la Caridad.

PASÓ mi niñez florida,
llegué a ser adolescente
sin borrarse de mi mente
esa imagen bendecida;
y en esa edad de mi vida
para mi mayor ventura,
supe que esa imagen pura,
Santa emanación del cielo,
era el amparo y consuelo
de toda infeliz criatura.

TRATÁBAME sin cesar
de esa imagen bendecida
por milagro aparecida
sobre las olas del mar,
y oyendo yo relatar
de su aparición la historia
la conservé en la memoria
desde la ocasión aquella
y soñaba ver en ella
un astro de eterna gloria.


SUPE que clemente y pía,
Consoladora del pobre,
allá en la sierra del Cobre
su santo templo tenía.
Supe que allí residía
desde su primera edad
la imagen que a voluntad
de un Dios supremo, infinito,
trajo a sus plantas escrito
el nombre de Caridad.

TRÁJOME oculto destino
muy cerca de esa Señora
a quien acata y adora
todo infeliz peregrino.
por ver su aspecto divino
sentí el más grato interés,
quise cantarla después
de cumplida mi ansiedad,
y con profunda humildad
me fui a postrar a sus pies.

EN una elevada loma
cuya pintoresca cumbre
se ve brillar en la lumbre
del astro rey cuando asoma,
como una blanca paloma
que vuela en la inmensidad,
se eleva con humildad
y una sencillez bendita
el santo templo que habita
La Virgen de Caridad.

ALLÍ, cual divino bulto
que a nuestros ojos encanta,
reside la sacrosanta
bella imagen de mi culto.
Allí, lejos del tumulto
que forma la población,
oye esa imagen el son
de mil cánticos cristianos.
y es de todos los cubanos
objeto de adoración.

LA DIVINA protectora
del infeliz desvalido
cual la tórtola en su nido
en ese santuario mora.
El que a sus plantas implora
lo que alcanza en la desgracia,
su gratitud no se sacia
si su voluntad pregona
y alegres himnos la entona
con dulcísimo eficacia.

NUNCIO de paz y ventura,
dulce esperanza del triste,
en ese santuario existe
siempre bella, siempre pura,.
brillante flor que fulgura
tras la negra tempestad,
y a quien por su gran bondad
los cubanos respetamos
en tanto que la llamamos
Virgen de la Caridad

AHÍ ESTÁ. –Quiso la estrella
feliz cual nunca lo fue
llevarme allá do se ve
con sus mil encantos ella.
Tan adorable y tan bella
lució para mí esta vez,
que orando con sencillez
mis labios la bendijeron
y en mi mente renacieron
los sueños de mi niñez.