Tu nombre es digno de honor, oh María, bendecida en todo
tiempo y obra de arte que rinde alabanza a su experto
artífice. Oh amable doncella que has recibido el egregio
mensaje angélico, tú posees unos dones de belleza que
sobrepasan los de cualquier otra persona. Eres la más
hermosa de las rosas y tu candor es muy superior al de los
lirios. Tú eres la nueva flor de la tierra que el cielo cultiva
desde lo alto. Cristal, ámbar, oro, púrpura, esmeralda,
cándida perla, allí adonde llega el resplandor de tu
hermosura quedan envilecidos los más preciosos metales.
La nieve es vencida por tu blancura inmaculada, el sol
sobrepujado por la hermosura de tu cabellera; sus rayos, oh
Virgen, palidecen frente a tu belleza; el brillo del rubí se
apaga y el resplandor del lucero del alba queda oscurecido
ante ti que en todo momento aventajas a los astros del
firmamento.
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