lunes, 16 de abril de 2012



‘La sagrada imagen de la Caridad  embelesa y encanta nuestra alma con la modestia de su rostro, la humildad de sus ojos, la compostura y recato de todo su cuerpo.
 Extasiado queda nuestro espíritu y tiernamente devoto nuestro corazón, cuando contemplamos esa prenda de la benignidad de nuestro Dios y Señor. Muchos, mirando esa imagen, sienten llenárseles el alma de un consuelo y regocijo inexplicables’.
Hay descripciones anteriores a la del P. Fabriciano. Visitando el Santuario en septiembre 1756, el obispo Morell resumió en una frase el efecto que producía contemplar a la Madre y su Niño:
 ‘Mirados causan devoción y consuelo’.
En su historia fechada el año 1766 y todavía inédita, dice el Capellán Julián José Bravo: ‘Nadie puede ver esta Santa Imagen sin primero ofrecer el corazón por primicia [y] lágrimas de devoción.  El justo las derrama de gozo, y el endurecido pecador de puro arrepentido’.  
Hacia 1703, el Capellán Fonseca (+1710) escribió una historia de la Virgen de la Caridad. Usando material de Fonseca, el Capellán Bernardino Ramírez  -en 1782- amplió esa historia. Ahí se describe el encuentro del peregrino con la imagen: 
 ‘[Al] pisar el recinto de su Santuario, se introduce en el ánimo un superior respeto y devoción. Mueve a tal veneración y compostura, que al poco devoto hace recoger en sí para alabarla […] Llena de consuelo al que la mira […] Siente el que la ve una mudanza y alteración inusitada’.
Fabriciano Rodríguez quiso desvelar el contenido del nombre ‘CARIDAD’, traído a Cuba por la Madre:
1º) Vino  porque ella es ‘caridad ardiente’. 2º) Se hizo presente optando por los pobres: ‘tres hombres desvalidos de recursos humanos’. 3º Nos repite cada día lo dicho por san Pablo: ‘Me interesan ustedes, no sus bienes’  [2ª Cor 12, 14].
Por L. Betancourt
fragmento de lo publicado en:

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